Las rutinas infantiles durante las vacaciones

Las rutinas infantiles durante las vacaciones

Vacaciones de verano es desde siempre sinónimo de romper con las rutinas de todo el año. Y eso, a los adultos, nos despierta sensaciones contradictorias: por un lado nos entusiasma la idea de vivir más relajados durante un mes, pero por otro nos inquieta cómo puedan reaccionar nuestros hijos ante los cambios de horarios, de rutinas, de actividades en sus vacaciones. Para empezar, hay que tener claro que olvidarse de los hábitos que tenemos que cumplir durante el año/curso es tan esencial para nosotros como para nuestros hijos.

Así que no hay motivo para preocuparse. Lo único –que no siempre es fácil- para disfrutar de nuestro tiempo en familia con tranquilidad, bienestar para pequeños y mayores es organizarse y adaptar nuestras nuevas rutinas a los tiempos más dilatados de las vacaciones. Pero sin estrés y sin dramatizar. Si no, ¿qué vacaciones serían?

A continuación damos algunas pautas que cada familia y persona podrá adaptar para hacer lo más agradables posibles las vacaciones de verano:

HORARIOS. En verano se mira menos el reloj y se vive más acorde a la luz y a nuestro reloj interno, que se revoluciona bastante. Nosotros vamos a dormir más tarde (cenamos más tarde, salimos y nos relacionamos más, etc.) y es posible que los niños también lo hagan, ya que ellos ven que nosotros nos relajamos y quieren seguirnos. Si van a dormir más tarde y se levantan más tarde no hay problema; nosotros también lo hacemos y, si duermen sus horas, estarán descansados. Sólo si se acuesta más tarde y se sigue levantando pronto habría que intentar acostarlo antes para que duerma las horas necesarias.

ALIMENTACIÓN. Aunque los horarios cambien ligeramente, alimentarnos bien no tiene que ser un esfuerzo ni una rutina sólo durante el año escolar. Es decir, hay que fomentar los buenos hábitos alimenticios todo el año, incluso en vacaciones, pero aprovechar esos momentos de distensión, familia y diversión que nos ofrece el verano para permitirnos y permitirles algún capricho. Podemos pactar, por ejemplo, que tal día de la semana iremos juntos a tomar un helado o un dulce, ser más permisivos con los postres golosos del menú o dejarles elegir, puntualmente, un alimento que les guste pero que tengan más restringido durante el resto del año. No proponiéndolo como un premio a nada sino como una forma más de relajar cuerpo y mente durante un tiempo, manteniendo en general una alimentación equilibrada. 

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HIGIENE. Mientras durante el año la ducha es un ritual diario al que ya están acostumbrados, hay que recalcar que no es necesario para la salud e higiene del niño que se duche cada día. Si no ha sudado especialmente ni se ha bañado (en ese caso siempre hay que ducharse para eliminar sal y cloro), podemos limpiarle las zonas que se haya ensuciado jugando pero sin necesidad de darle una ducha completa. Ya volveremos a las rutinas de higiene cuando vuelva al cole..

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TAREAS DOMÉSTICAS. SI bien en verano los adultos somos los primeros en relajarnos más en este aspecto, hay que seguir inculcando a nuestros hijos la importancia de cuidar y mantener la casa y nuestras cosas personales en cierto orden. Adaptándonos a la mayor laxitud que implica el verano, seguiremos haciéndolos partícipes de las tareas del hogar, nos las repartiremos (en función de su edad y posibilidades; nunca en función de si son chico o chica). En verano hay que seguir poniendo y recogiendo la mesa, ordenando nuestra habitación o ocuparnos de los animales, si tenemos, así que lo mejor es cooperar e implicarlos desde pequeños al trabajo de casa, algo que sin duda será beneficioso para su desarrollo personal y social.

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DEBERES. Palabra maldita para los más pequeños. Probablemente porque denota más obligación que gusto por aprender. Si bien es beneficioso para ellos estar intelectualmente activos también durante el verano, hacer los deberes “oficiales” no es la única forma de lograrlo. El niño es curioso por naturaleza y querrá explorar, descubrir, conocer… Pero a su ritmo y sobre las cosas que le interesen. Puede ser contraproducente forzarlo a pasar horas delante de su cuadernillo y, en cambio, se podrá sentir mucho más implicado y con ganas de aprender si le proponemos actividades de ocio o cultura adaptadas a sus intereses y a los de la familia. Por ejemplo, si vamos de excursión, podemos prestar atención a las plantas y hojas recoger algunas y luego, en casa, clasificarlas, buscar información sobre ellas, estudiar vocabulario de flora, etc. También es positivo para su desarrollo intelectual y comunicacional hacerlo partícipe de conversaciones sobre la actualidad, sobre las noticias, sobre la historia de los lugares que visitamos, etc.

Teniendo en cuenta estas indicaciones generales, lo más importante es tomarse las vacaciones de verano como una oportunidad para reforzar vínculos familiares, darnos más tiempo para conversaciones y actividades conscientes y plenas (el ritmo del año, con la inercia del trabajo y el colegio, a veces no nos da esa cantidad ni calidad de tiempo) y disfrutar con sentido común, sin restricciones innecesarias ni una permisividad sin límites. 

Y no sufráis por cómo van a volver a la rutina. Los niños, aunque al principio pueda costarles, se acostumbran pronto a las rutinas nuevas, y los cambios que se darán en septiembre se lo facilitarán de modo natural. Dicho esto, a vivir las vacaciones de verano, ¡que sólo hay unas al año!

 

 

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